Buscar en el blog

jueves, 10 de agosto de 2017

Peces de colores










Cuando tendría catorce o quince años empecé a ir los domingos a la feria de Tristán Narvaja en el barrio Cordón. En esos años iba por el hobby del acuarismo, a comprar peces, plantas acuáticas y tubifex. Los vendedores de peces ocupan una larga cuadra sobre 18 de Julio y allí iba siempre. Pero la feria es enorme y en ella se venden muchas cosas. No sabía lo cerca que estaba de otra de mis pasiones, los libros. Pero eso lo descubriría más tarde.
Recuerdo que de todos los puestos de los acuaristas, el que más me llamaba la atención era el de un señor que tenía unas peceras muy viejas de marco de hierro. Antes las peceras eran así y en lugar de silicona para pegar los vidrios al hierro se usaba masilla. Que por supuesto cuando se secaba originaba verdaderos desastres. Imaginen levantarse un sábado de mañana y encontrar que tu pecera de cien litros ya perdió diez sobre el piso de madera del living. O cualquier situación similar que implique que la pecera, gota a gota, vaya vaciándose. Así arruiné un montón de libros, como el Cosmos de Carl Sagan, cuando una pecera empezó a perder. Y como había tenido la genial idea de apoyar libros contra ella, porque tenía las peceras en la biblioteca, demoré un par de días en darme cuenta de que estaba perdiendo. Cuando los libros estaban hinchados de agua ahí me di cuenta del error de juntar libros con peces. Pero hasta el día de hoy no he escarmentado.
Bueno, aquel puesto de peceras de hierro era de un señor que se llama Óscar Vidal, y que hace muchos años que todos los domingos de mañana, haga frío o haga calor, él está allí. Ahora que sus fuerzas lo abandonan sólo vende las plantas acuáticas que cría en su terreno en un barrio cerca de Punta de rieles. Pero siempre es lindo darse una vuelta por la feria, un domingo al mediodía (antes imposible), a saludarlo y tomarnos un vinito casero que tan bueno le sale.
A Óscar lo entrevisté en abril de 2004 en su solar lleno de árboles y plantas, y muchos años después en diciembre de 2015; esta vez lo grabé con una cámara digital.
La nota que escribí en 2004 quedó allí, en el limbo de las notas que nadie quiere, hasta ahora, donde la ofrezco a los lectores de Internet, que como peces de los fondos abisales, se puedan topar con este blog. Y a los amigos de siempre y a los nuevos, gracias por estar ahí, y gracias por leer.







Con el criador de peces Oscar Vidal


Retrato del hombre y la naturaleza



La feria de Tristán Narvaja, la más singular de Montevideo, siempre ha sido un festival de colorido y alegría, derramándose calle abajo, inundando tantas laterales como sea posible. Toda una galería de personajes vibra en el bullicio de la mañana dominguera. Detrás de cada puesto como acompasándose a la mercadería ofrecida, encontramos a los vendedores. Algunos tienen años de feria, de frío o calor, de sol o lluvia; otros son novatos, ocupando los nuevos lugares que se esparcen por calles como Galicia y Magallanes. Son todos personajes de la feria, detrás de sus mostradores improvisados. Están los que venden antigüedades o fotos viejas, recuerdos del Montevideo de los tranvías, los que venden discos de vinilo y los que venden compactos truchos. En esta esquina el pajarero y enfrente el curioso librero siempre fiel a su sombrero, o el que vende ropa, pescado o queso.
Cuando el visitante se aproxima a Tristán Narvaja, a esa entrada abigarrada de personas y puestos que se da en la esquina con Dieciocho de Julio, lo que nota es la larga cuadra de peceras llenas de peces de colores. Detrás de estos vidrios contenedores, están los acuaristas. Uno de estos trabajadores se llama Oscar Vidal. Los peces que cría, de la especie Carassius auratus, conocidos también como peces dorados o cola de velo, son los más coloridos y más rechonchos de la feria. Durante muchos años los tenía en grandes peceras de marco de hierro pero el tiempo lo ha llevado a utilizar peceras más pequeñas y menos pesadas.









CON UN PUÑADO DE PECES. Oriundo de Rocha emigró de joven a la capital buscando empleo. Con las alpargatas puestas y unos pesos que le había dado su padre para pagar un mes de pensión, se encontró solo en la ciudad. "Yo vine asustado y con ganas de disparar, de echar para atrás pero me quedé", cuenta riendo. En Rocha había estudiado en la Escuela Agraria, pero en Montevideo todo ese conocimiento, pensaba, no podría serle útil. Hasta que pasó el tiempo. Trabajó en la Intendencia de Montevideo y con lo que ahorraba se compró un terreno y construyó una casa. Cuando comenzó en la feria comenzó criando "puñaditos de pececitos y con esos puñaditos ya me sobraba algo e iba haciendo el rancho". En ese momento comenzaron a serle útiles los conceptos aprendidos en la UTU para criar a sus peces. Sin embargo se confiesa un autodidacta en el acuarismo. 







Los conocimientos los saca de los animales, dice, observándolos: "en mi acuario no hay enfermedades, no existen; yo les he puesto un cerco”. Oscar explica que muchos de los peces que se venden en el mercado son importados, pudiendo traer alguna enfermedad que por no ser sus síntomas visibles, pasan los controles sanitarios. Por eso trata de no traer animales que puedan ser portadores y enfermar su criadero. Cuando desea renovar la genética de sus peces escoge con sumo cuidado los que compra, teniéndolos antes en cuarentena. Debido a sus cuidados tiene peces sanos y longevos. Cuenta que no le duele desprenderse de sus peces, pero que si ve que el que los compra no tiene pecera siquiera, trata de advertirle de que si lleva al pez para colocarlo dentro de un florero, este morirá.









FILOSOFÍA NATURAL. Oscar Vidal tiene ochenta y seis años (2017). De movimientos tranquilos, meditados, no ocultan sin embargo un cuerpo fuerte. Su tranquilidad radica en lo que piensa, en el lugar que se da en este mundo. Sus bases son el respeto a las personas y a todos los seres vivos. Un día le vi tomar un saltamontes que había venido de contrabando desde su criadero, lo atrapó y lo metió en el auto para que regresara de donde vino. Oscar siente empatía por todo animal y planta. Tanto es así, que hace unos años ha conseguido realizar un pequeño sueño. En el barrio suburbano donde vive tiene un terreno donde cría los peces y las plantas acuáticas que vende. Hasta ha hecho una pequeña cascada en él. Cuenta que ya de chico criaba peces de arroyos en piletas, uno de los tantos saberes que aprendió cuando vivía en el Chuy. "Era muy montaraz; nadaba en arroyos, cañadas y en el mar. Ahora voy y miro esas mismas playas y me asombra. Nos metíamos una cuadra mar adentro, y había olas como casas. Intrépidos que éramos. Si aquel se mete cincuenta metros más allá, yo no voy a ser menos y voy también; y bajaba la ola y uno no veía la costa para nada", cuenta divertido. "No sé como no nos llevó una corriente; ni atado me meten ahora", se ríe. Eran tiempos en que la muchachada caminaba kilómetros para ir desde el Chuy hasta la playa, en la Barra. De esa realidad a la de la ciudad el cambio fue intenso.








Por eso con los años, consiguió construirse su pequeña jungla protectora. A pocas cuadras de distancia del terreno, tiene su casa, donde vive con Elba, su esposa, luchadora por los derechos de los descendientes de los indígenas. En varias piletas, como espejos del cielo, se ve nadar en cardúmenes multicolores a cientos de pececitos. En su casa, más a sus anchas, Oscar invita con un buen vino casero y habla del mundo y de lo que piensa en su selva. A menudo, confiesa, cuando está allí, siente a Dios. Ese es su templo, dice. Su dios está en todas las cosas y su expresión está en la naturaleza. Pero el Hombre mantiene en esta obra teatral un papel fundamental porque es consciente de sus actos, y obra en contra de los otros seres vivos y en contra de su propia especie. "Defino al Ser Humano como un virus atacando las defensas del planeta”.  Vidal piensa que “esa enfermedad va a destruir el planeta o va a crear un hábitat hostil para sí mismo y al final va a desaparecer". Entonces, opina, la vida evolucionará lentamente y repoblará la Tierra. No se considera responsable de ese futuro que percibe "porque dentro de mis límites hago, pero yo soy una cosa muy chiquita y en el conjunto no puedo afectar", explica con pesar. Mientras, un pequeño gatito pide desde el suelo su ración de leche. Oscar lo levanta y le da la mamadera. Lo llevaron a la feria para regalarlo, pero como llovió mucho, el gatito se quedó dentro del viejo Opel, junto a sus dos perros. El mundo le preocupa mucho a Oscar. Comprueba los cambios en el ambiente ahí mismo, en su casa. Nota el aumento en la radiación ultravioleta por el adelgazamiento de la capa de ozono, en las hojas quemadas de las plantas. "Nosotros quebramos nuestro propio equilibrio, negamos nuestra propia inteligencia en aras de alcances cortitos". Apoya un vaso contra la mesa, y suspira.









CUANDO PARA LA LLUVIA. Es domingo de mañana, el sol apenas está saliendo pero Oscar está levantado hace rato. Va guardando en el Opel las peceras y las plantas. Le sacó el asiento trasero y allí lleva grandes tanques de plástico llenos de agua y peces. Elba le alcanza un mate y hace entrar a la perra más viejita al auto. El cielo está encapotado y amenaza largarse a llover. Arrancan para la feria y la lluvia se da nomás. Cae tanta agua que apenas se puede ver. Oscar dice que aunque llueva, a la feria va igual. A lo mejor para de llover al mediodía y para el feriante es importante siempre estar allí. Llega a Dieciocho, estaciona a mitad de cuadra y empieza a armar el puesto. Alguien que trabaja con peces no le va a tener miedo al agua. A eso de las once el cielo abre y lentamente la vereda se va poblando. Primero son los que viven cerca, que no pueden con la costumbre de darse una vuelta y después van llegando los paseantes que vienen de más lejos, que habían esperado que parase el aguacero. Oscar con paciencia explica una y otra vez el arte de tener peces, de cambiar el agua, de cuanto darles de comer.




Copyright ®  Daniel Veloso Mozzo 2017



Si se desea utilizar este material con fines educativos o de divulgación por favor primero comunicarse conmigo a través del correo hiperjar@gmail.com
Gracias. (10/08/2017)














No hay comentarios:

Publicar un comentario